Por Jorge Altamirano
La mejor jugada dentro de un juego de ajedrez la tiene el espectador, siempre y cuando éste tenga la experiencia para saber la consecuencia de lo que su movimiento reflexivo conlleva. La experiencia, en el juego, permite al espectador saber a dónde nos llevará el próximo movimiento. Como individuos forjados de experiencias (ya sean prácticas o teóricas) sólo podemos saber de aquello que la experiencia nos ha permitido saber. Tal vez muchos no se muestren de acuerdo con mi perspectiva conceptual de lo que significa dicha experiencia pero, para relatar lo que aprendí en la Facultad de Filosofía y Letras es necesaria una especie de narración acerca de la experiencia personal para poder explicar lo que deseo.
De las primeras cosas que te cuestionan al estudiar la carrera de Filosofía es ¿de qué vas a vivir? (lo más curioso es que al terminar tus estudios te preguntas lo mismo).
Como una suerte oracular el proceso de conocimiento que adquieres en la carrera te va mostrando los diferentes ángulos para poder sobrevivir y llevar a cabo lo necesario para poder encontrar estabilidad en diversos sentidos como en lo social, económico, psicológico y profesional. No es muy difícil responder a la pregunta de tus necesidades materiales y personales, lo difícil es satisfacer tus deseos vueltas necesidades. Lo superfluo en muchas ocasiones se puede anteponer a lo elemental necesario y solemos confundir lo que necesitamos con lo que queremos. Al inicio de la carrera sucede algo similar, es decir, que confundamos lo que deseamos con lo que necesitamos por lo que, en algunos casos, al terminar de estudiar Filosofía los egresados se encuentren insatisfechos y vacíos, cuando en realidad el estudio de la filosofía debería llenar muchas menoscabos personales que el proceso social no deja desarrollar con claridad o con plena libertad mental.
La mejor jugada dentro de un juego de ajedrez la tiene el espectador, siempre y cuando éste tenga la experiencia para saber la consecuencia de lo que su movimiento reflexivo conlleva. La experiencia, en el juego, permite al espectador saber a dónde nos llevará el próximo movimiento. Como individuos forjados de experiencias (ya sean prácticas o teóricas) sólo podemos saber de aquello que la experiencia nos ha permitido saber. Tal vez muchos no se muestren de acuerdo con mi perspectiva conceptual de lo que significa dicha experiencia pero, para relatar lo que aprendí en la Facultad de Filosofía y Letras es necesaria una especie de narración acerca de la experiencia personal para poder explicar lo que deseo.
De las primeras cosas que te cuestionan al estudiar la carrera de Filosofía es ¿de qué vas a vivir? (lo más curioso es que al terminar tus estudios te preguntas lo mismo).
Como una suerte oracular el proceso de conocimiento que adquieres en la carrera te va mostrando los diferentes ángulos para poder sobrevivir y llevar a cabo lo necesario para poder encontrar estabilidad en diversos sentidos como en lo social, económico, psicológico y profesional. No es muy difícil responder a la pregunta de tus necesidades materiales y personales, lo difícil es satisfacer tus deseos vueltas necesidades. Lo superfluo en muchas ocasiones se puede anteponer a lo elemental necesario y solemos confundir lo que necesitamos con lo que queremos. Al inicio de la carrera sucede algo similar, es decir, que confundamos lo que deseamos con lo que necesitamos por lo que, en algunos casos, al terminar de estudiar Filosofía los egresados se encuentren insatisfechos y vacíos, cuando en realidad el estudio de la filosofía debería llenar muchas menoscabos personales que el proceso social no deja desarrollar con claridad o con plena libertad mental.
Reitero, existe una serie de prejuicios en torno a estudiar dentro de la Facultad de Filosofía y Letras, muchos de ellos, son prejuicios acerca de los estudiantes y, otros tantos, son parte del rezago cultural del país el cual impera en su menester de progreso que estudiar cualquier carrera relacionada con humanidades no ayuda en nada a mejorar el proceso histórico y económico del mismo. La idiosincrasia que se desprende de la política populista y servil (como la de los actuales gobiernos democráticos) sólo ha generado miedos enormes dentro de muchos jóvenes al elegir qué carrera universitaria estudiar; aventurarse a estudiar cualquier carrera dentro de la Facultad lleva ya en sí el riesgo de ser señalado por la sociedad como inservible para la misma. Empero, estar dentro del campo humanístico de este país ayuda más de lo que muchos creen. Los cambios sociales, culturales, económicos, científicos, etc., están regidos bajo los cambios humanísticos. Pareciera que este discurso tiene como fin enaltecer los valores del estudio de las humanidades y en realidad no es así, porque Filosofía, Letras, Historia, Pedagogía, Teatro, en fin, todos los colegios dentro de la Facultad hablan por sí mismos de su propia importancia. A lo largo de su historia han sido muchos los personajes salidos de la misma como José Emilio Pacheco, Rosario Castellanos, Germán Dehesa, Fernando del Paso, Elena Garro, Eduardo Lizalde, Carlos Monsiváis, Octavio Paz, Jaime Sabines, Luis Villoro, Ramón Xirau, Jorge Ibargüengoitia, Inés Arredondo etc., sólo por mencionar algunos, por lo mismo yo no tengo la necesidad de enaltecer y/o defender a la Facultad; sin embargo, mi propósito por el cual tiene presencia esta narración no es otro que el hacer hincapié en que el estudiante inicial no desvanezca o desfallezca en su primer intento por querer comprender los textos o intentar incurrir filosóficamente con temor a equivocarse.
Dice la voz popular que tal como la comezón, ‘lo difícil es comenzar porque después ya no puedes parar’, con esta sabiduría de masas quiero hacer más clara mi experiencia. Estudiar filosofía siempre es difícil ya sea que te encuentres en la Facultad de Filosofía de la UNAM o en otra institución, pues bien, esta dificultad de hecho es lo que hace que muchos alumnos se arrepientan de estudiar pero en mi caso fue una aliciente para continuar.
Después del primer mes de asistencia a mis clases me di cuenta de que no sabía nada, por lo que andaba bajoneado y fue ahí que un maestro me dijo que nadie dentro del facultad había entrado como erudito y mucho menos entendiendo en su primer semestre a Heidegger (que realmente era lo que me preocupaba a mi), por lo que insistió en que al salir de clases, durante mi horas muertas, acudiera a la biblioteca y me sentara el tiempo necesario frente al libro hasta comprender lo que estaba leyendo. Tal fue el éxito de ese ejercicio que lo seguí haciendo durante los próximos siete semestres hasta concluir la carrera. Siempre me he considerado una persona necia y tal vez eso es lo que influyo para que continuara con mis estudios de Filosofía, es cierto que no puedo generalizar el conocimiento ni los procesos que te conducen a él pero, de una cosa estoy seguro, la constancia de la lectura enriquece tus dudas y, aunque no las aclare al instante, ayuda para que a futuro puedas establecer relaciones entre una y otra. El cursar una carrera siempre tiene su propia dificultad y nada te asegura que la termines, pero de una cosa si estoy seguro, que mi vida actualmente no la puedo concebir sin el estudio de la filosofía y sin haber cursado la carrera en una institución tan memorable como lo es la UNAM y, más aún, con las vivencias que te deja el grupo de amigos dentro de la Facultad, pues no está por demás mencionar que dentro de este recinto de pedantería cultural encuentras a personas con una calidad humana sorprendente y los cuales, a la postre, se convierten, también, en el asidero para permanecer, concluir y continuar. Disfruten de cada instante dentro de la Facultad de Filosofía y Letras y suerte que el Oráculo ya los ha puesto en el lugar correspondiente.
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