¿Sabías qué...

domingo, 25 de septiembre de 2011

Filosofía en la academia: ¿amistades y enemistades?



Xóchitl Martínez Nava

Adentrarse en el estudio de la filosofía es una labor que  causa muchos y muy peculiares gozos, sin embargo no se libra de tener pendientes, encrucijadas. Algunos de los primeros elementos a los que se enfrenta un estudiante de filosofía –como elemento sorprendente, en tanto que novedoso para él-  es la pluralidad de visiones  perspectivas y áreas que versan sobre una bastedad de temas y que, algunas veces, no fueron ni siquiera mencionadas en el bachillerato. Ante este panorama la sensación de incapacidad, para quien se incorpora a las discusiones,  no es la excepción. Lo anterior puede  deberse  a que la diversidad de enfoques y áreas dentro de la filosofía no es ampliamente conocida y es por ello escasamente difundida fuera de los contextos universitarios y académicos. No es fortuito que  el margen de aplicabilidad de la filosofía por muchos (generalmente alejados del área) sea  ríspidamente acotado, sólo a  cierto margen laboral: la docencia; vista, por algunos, incluso como posibilidad inferior frente –y sólo en comparación- a otras.


 Una vez que el estudiante se ha adentrado en los menesteres filosóficos dentro de la universidad, las áreas y sus  “antagonismos” se vuelven cotidianos; así como  su aceptación y  su rechazo. Llegando al punto de concebir sin extrañeza las distintas prácticas que los envuelven. No es momento ahora de señalar lo errado o lo acertado que puede resultar realizar distinciones y especializaciones; tampoco se pretende mostrar lo cercano o inconmensurable que resultan las conclusiones de diversas especialidades de la filosofía, ya sea que se conciban entre ellas como totalmente distintas, o admitan en su seno cierta similitud . Se trata de una puesta en cuestión acerca de cómo  estas separaciones han configurado o delimitado a la filosofía así como a los filósofos  que habita en los pasillos y corredores universitarios.


Es común encontrar que distintos autores, profesores y alumnos declaren la incomprensión o el desconocimiento total o parcial de otra área distinta a la suya, sobre esto  algunos sujetos se muestran dispuestos a  ampliar sus horizontes epistémicos, o bien, NO  se declaran ( a veces, sólo para no resultar inapropiados)  cerrados  a la posibilidad de que las otras áreas desarrollen a profundidad otra perspectiva que .por lo menos, les agradaría  acerca del mismo objeto de estudio;  sin que ello los comprometa a internarse en las discusiones de ese otro campo de saber.

Otra práctica, tristemente  cotidiana,  que se ejecuta   a veces de maneras muy sutiles en la Facultad es la caracterizada por la generación de dinámicas de confrontación o enemistad con los estudiosos o especialistas de un área distinta del conocimiento a la propia. Lamentablemente  nadie está exento de ser “víctima” o “victimario”. Cuando uno menos lo espera ya fue etiquetado con adjetivos que no necesariamente son descriptivos, y sin darse cuenta es sorprendido profiriendo ciertos juicios de valor que no siempre son los más corteses acerca de lo que el otro piensa y es.

 Podríamos decir que estas prácticas no son muy distintas a la que de hecho ocurre en un sinnúmero de contextos  donde incluso estas prácticas son constitutivas de las actividades y sus resultados. Por ejemplo, en contextos políticos  las posiciones no sólo pueden ser  irreconciliables sino que además las consecuencias de llevar a la práctica algunas propuestas son diametralmente contrarias para los distintos actores políticos. La pregunta entonces, que el lector podría hacerse en este momento es ¿en dónde está lo sorprendente? Pidiendo de antemano una disculpa  por la descortesía  de responder a la pregunta  con otras interrogantes, me gustaría  preguntarle al lector  si considera a la confrontación y la enemistad como una práctica esencial de la filosofía ¿ estaría de acuerdo en  afirmar  que dentro de la carrera de filosofía  sólo se deben discutir  antiguas, ajenas e infundamentadas rencillas? Aún más  ¿Es el humanista, el filósofo, o el estudioso de la filosofía y humanidades, el indicado para reproducir acríticamente discusiones que se pretenden como críticas, o al menos ampliativas? ¿Es el estudiante el indicado para rechazar de antemano y sin ninguna preocupación los saberes que se perfilan dentro de lo que ha elegido como su área de estudio? Es cierto que la filosofía ha logrado grandes avances cuando los distintos actores que la conforman dialogan y debaten entre sí. La discusión es un elemento necesario pero no suficiente. La señalización, la ridiculización y la generación de enemistades no resultan ni remotamente necesarias, aún más enrarecen y demeritan la discusión.


 
Resulta profundamente lamentable que el factor detonante de una ruptura con compañeros  no sea otro que el hecho de que uno u otro eligió cierta área en particular como suya;  aún peor es cuando ni siquiera somos capaces de preguntarle a nuestro colega qué fue lo que le atrajo de esa enfoque o qué razones lo llevaron a escogerlo , es decir, llegamos al alarmante  punto de cerrar la posibilidad a una diferencia teórica, conceptual o filosófica pues asumimos como fundamentales dentro  la otra postura ciertas estructuraciones y  pocas veces las sometemos a juicio; por el contrario muy pocas veces las catalogamos si quiera  como plausibles. Sentenciamos no sólo lo que creemos como error, sino creemos tener certeza absoluta acerca de lo que de  hecho es la Filosofía. Bien, hemos ganado filosofía y hemos perdido un colega o amigo. “¿Para qué la filosofía, pensábamos, si nos impide estar apartados y gozar [nuestras] amistad (es) […], si nos disuade de llegar a ser filósofos a nosotros mismos?”[1]


A título personal y como petición a todos los que de una u otra forma nos involucramos con la filosofía pido que estas prácticas sean, por lo menos, reexaminadas y evaluadas. Quizá este ejercicio sea, prácticamente imposible para aquellos que han hecho de esto un hábito, pero espero que no lo sea para aquellas nuevas generaciones a las que el panorama actual, más que nunca, nos obliga a no darnos el lujo de perder un amigo, un colega o un compañero. Transiten por la facultad y elijan el área que deseen, especialícense en lo que más les guste pero no se permitan culminar su formación universitaria sin […] “una enérgica capacidad de juicio que pueda romper con facilidad los lazos del prejuicio, y un intelecto orientado, rectamente, que esté en condiciones de separar con claridad lo verdadero de lo  falso, aun cuando el elemento distintivo esté profundamente oculto. […] Con esto no quiero inmiscuirme en los asuntos de vuestro corazón, pero todo esto [de no tener la capacidad de juicio]  no dice mucho a favor de vuestro cerebro.”[2]


[1] Nietzsche, Friedrich, Sobre el porvenir de nuestras escuelas. Trad. Carlos Manzano. Ed. Fabula Tusquets 2009, España. pág 43. Las cursivas son nuestras.
[2] Op. Cit. Pág. 38-39

7 comentarios:

  1. Esponjita dice:

    Hola chicos:
    Me gusta la revista, mucho. ¡Los felicito!
    Por ahora sólo he leído el artículo sobre "Filosofía en la Academia" y la entrevista a Lindig.
    Les comentaré sobre el texto de "Filosofía en la Academia". Igual tendría dos o tres opiniones respecto a la redacción, pero en realidad nimias.
    Lo que sí me llama la atención es que el texto no parece "aterrizar" claramente sobre el asunto. ¿A qué me refiero? Para entender a qué se refiere hay que estar previamente contextualizado. Es decir, si un chico de prepa, o de otra carrera lee el artículo no va a entender exáctamente qué es lo que provoca la enemistad. Podría incluso llegar a pensar que basta con que uno elija estudiar filosofía antigua (por ejemplo) y otro filosofía de la historia, entonces probablemente se pelen... pero asumo que no es el caso ¿verdad?
    Ahora bien: hace muchos años que ya no convivo con la gente del colegio de Filosofía (mi último contacto con la Facultad más bien fue con los de Letras Clásicas). Así que yo tampoco estoy al corriente de qué disputas haya ahí. Sin embargo, sospecho que tiene que ver con dos posiciones filosóficas bien determinadas: los llamados Continentales y los Analíticos.
    Si no estoy equivocada y efectivamente a eso se refieren, quizás vendrían a cuento algunas aclaraciones.
    La primera es que tal "disputa" (entre un amigo que se hace "analítico" y otro "continental") no debería provenir de "especializarse" en algo. Es decir, ello supondría que hay ciertos temas a los que se dedica un analítico y otros a los que se dedica un continental. Pero es falso: ambos hacen filosofía del lenguaje, ambos hace historia de la filosofía, ambos hacen estética, metafísica, "gnoseología" (que para unos se llama "filosofía de la mente" y para otros "fenomenología"), ambos hacen filosofía de la ciencia, etc.
    Son, digamos, dos visiones diferentes sobre el mismo objeto de estudio. De ahí proviene el conflicto: de dos maneras distintas de tratar al mismo sujeto de estudio.

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    1. Justo parece tratarse de una distinción poco rigurosa. Parece bastar que estudie filosofía antigua o filosofía en México para recibir sendos prejuicios. Ojalá fuera la distinción "analíticos" vs "continentales". Tristemente de dicha distinción no hay referencias claras o temas particulares, ni siquiera parece ser un asunto geográfico. El asunto es denunciar los prejuicios y la discriminación que acarrean

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    2. Justo parece tratarse de una distinción poco rigurosa. Parece bastar que estudie filosofía antigua o filosofía en México para recibir sendos prejuicios. Ojalá fuera la distinción "analíticos" vs "continentales". Tristemente de dicha distinción no hay referencias claras o temas particulares, ni siquiera parece ser un asunto geográfico. El asunto es denunciar los prejuicios y la discriminación que acarrean

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  2. (Continuación del comentario)

    Curiosamente, en los últimos 10 años, muchos filósofos analíticos –sobre todo de origen alemán– han revalorizado muchísimo temas de la filosofía "continental": la fenomenología, la crítica histórica, las visiones de Foucault, el marxismo, etc. De igual modo, algunos filósofos "continentales" han aprendido el lenguaje "analítico" y, de pronto, resulta que sus posiciones no son tan opuestas como podría parecer. Ciertamente en México siempre estamos como treinta años atrasados respecto a lo que pasa en el "mundo", y quizás esos nuevos vasos de comunicación entre unos y otros nos son todavía desconocidos.

    Sin embargo, coincido con la extrañeza de Xóchitl: ¿decidirse por una u otra vía es razón suficiente para terminar amistades? ¿casi como si fueran de partidos políticos diferentes?

    A primera vista resulta absurdo ¿por qué tendría qué ser así?
    Pero, como todo, ello tiene su historia. No sólo una historia de cómo a principios del siglo XX dos alemanes se comenzaron a "mentar la madre" (Heidegger y Carnap), sino el cómo llegaron ambas corrientes de pensamiento a México; de cómo esa disputa entre alemanes encarnó en una disputa entre mexicanos revolucionarios (¿El ateneo de la Juventud?) y porfiristas (¿Los "científicos"?). Cómo esa disputa tiene mucho que ver con ciertas políticas dentro de la UNAM sobre las cuáles valdría la pena tratar de hacer una historia seria. Y por último, como aquello terminó dividiendo la filosofía en la UNAM entre el Instituto y la Facultad.

    Es una historia muy complicada, creo.

    Sin embargo, coincido ampliamente con la conclusión de Xóchitl: ¿por qué, como estudiantes, de pronto agarramos una "bandera", una especie de "camiseta" e, irreflexivamente, asumimos que tal camiseta implica odiar al "contrincate"? Uno al que ni siquiera conocemos...

    En el fondo, creo que lo correcto es seguir el ejemplo de los Alemanes (como lo hemos hecho desde la época en que la Nacional Preparatoria tomó de modelo el Gymnasium Alemán): aprender y dominar ambas lenguas: a Frege y a Heidegger. Sólo entonces estaremos en posición de entender de qué va la disputa y, sobre todo, de saber si en realidad hay un verdadero conflicto filosófico.

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  3. Completamente de acuerdo hace falta hacer historia sería de esas corrientes filosóficas. Y repito no sólo se trata de esas dos "lenguas' donde queda la filosofía mexicana, la de los países de África y de medio oriente ¿o ellos no piensan? Estudiamos filosofía y no dogmas

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  4. Completamente de acuerdo hace falta hacer historia sería de esas corrientes filosóficas. Y repito no sólo se trata de esas dos "lenguas' donde queda la filosofía mexicana, la de los países de África y de medio oriente ¿o ellos no piensan? Estudiamos filosofía y no dogmas

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  5. ¿4 años? ¿En serio? Jajajajajajaja. Más vale tarde que nunca. Un único comentario: si crees que es importante hacer filosofía del pensamiento de ciertas partes del África subsahariana, hazlo. No tienes que pedirle permiso a nadie. Ahora: filosofía hecha en África sí hay y es de la más estudiada en el mundo. Si no me crees, busca dónde está Cártago y dónde estaba Hipona. Ahora bien, pequeña amiga: ¿qué entiendes por "filosofía del Medio Oriente" y qué te hace pensar que no hay quien se dedique a eso? Es difícil, porque aprender árabe y persa es complejo, pero incluso en México hay gente que se dedica a eso, sobre todo a los medievales (Avicena, Averroes, en la UNAM y la UP, Ibn Jaldún en el COLMEX). Un artículo sobre filósofos árabes contemporáneos sería la onda ¿por qué no te animas a hacerlo? ¿Conoces la obra de Gregorio López López? Fue un medievalista mexicano pero su tesis de maestría fue sobre el concepto "Guenda" (algo así) que forma parte del pensamiento Zapoteca. La tesis están en la FFyL.
    La única que ha hecho semejante pregunta, aunque sea retórica, eres tú. Tardarse 4 años en contestar cualquier lugar común que se te vino a la cabeza. Ciertamente la ignorancia es atrevida.

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