¿Sabías qué...

domingo, 25 de septiembre de 2011

Entrevista a la Dra. Erika Lindig Cisneros


Por Rafael Alvarez

Agosto de 2011, Sur de la Ciudad de México.


Debido a la experiencia que ha tenido Erika Lindig como estudiante de Artes Visuales y de Filosofía, decidimos acudir a ella para conocerla mejor como profesora y saber por qué decidió darle un giro a su formación, lo que implica una vivencia que a muchos compañeros les interesará al haber ingresado a licenciatura.



Erika Lindig Cisneros es Doctora en Filosofía por la UNAM y profesora de filosofía del lenguaje y estética en la Facultad de Filosofía y Letras de la misma institución. Ha publicado diversos artículos sobre análisis y crítica del discurso, escritos individualmente o en coautoría como resultado del debate interdisciplinario. A partir del año de 1999 participa en los diversos seminarios de investigación coordinados por Ana María Martínez de la Escalera, que han abordado desde una perspectiva crítica los problemas de la alteridad en relación con el discurso de las humanidades. El último de ellos es “Diccionario para el debate: alteridad y exclusiones”, PAPIIT IN 400309, con sede en la FFyL y en el PUEG, UNAM.

Rafael AlvarezDespués de llevar una formación inicial en Artes Visuales, ¿cómo fue que decidiste darle un giro a tu formación hacia la filosofía?
Erika Lindig: Entonces lo viví como resultado de una carencia teórica en la formación de la carrera de Artes Visuales, y a mí me interesaba la teoría desde distintos ámbitos. Ahora discutiría sobre la necesidad de la teoría para la praxis artística, hay quienes sostienen que se trata de distintas esferas de la actividad. Deleuze diría, (…) la filosofía se trata de inventar conceptos. Las “artes visuales” y eso que llamamos “arte” en general, se inscribiría en el ámbito de la experimentación, de la producción de nuevas formas de la experiencia. Por otro lado, creo que en esta decisión, como en cualquier decisión de vida, intervinieron distintos factores (algunos conocidos y otros desconocidos). Uno de ellos fue azaroso y muy afortunado: conocía a una persona que me sugirió  entrevistarme con Tatiana Bubnova, que estaba en el Instituto de Investigaciones Filológicas, y fue ella quien me recomendó que estudiara filosofía, porque pensaba que me interesaría trabajar en el área de la estética y sobre algunos problemas de semiótica, y acertó. En general, creo, la elección de una carrera es difícil, en la medida en que uno no conoce suficientemente el campo de estudio que la carrera comprende.
 

Rafael Alvarez
¿Cómo es que pasas de pensar la gestualidad desde las artes visuales a la reflexión filosófica?
Erika Lindig: Más que un paso, yo diría que hubo una especie de ruptura. Mi reflexión sobre la gestualidad entonces respondía al cruce de dos regiones de la práctica artística que tuve oportunidad de conocer: la danza y la plástica. En algún momento quise hacer un trabajo interdisciplinario, una reflexión sobre el cuerpo y sobre la gestualidad, en un soporte fotográfico de montaje, pensando que ciertos códigos gestuales me ayudarían a sostener un determinado “discurso visual”. En cuanto a la filosofía, me enseñó a poner en cuestión los supuestos de mi reflexión. Se trata de un pensamiento crítico (por lo menos el que yo defiendo y el que quiero enseñar), que implica el análisis y el cuestionamiento de las nociones fundamentales  que a la vez organizan el pensamiento en torno a un objeto de estudio y lo producen como objeto del pensamiento y del debate colectivo. El pensamiento crítico, además, pone en cuestión sus propios supuestos. Uno de los supuestos en los cuales se fundaba mi reflexión sobre la gestualidad, y que todavía constituye una especie de sentido común en la enseñanza de las artes visuales, es ese que piensa que el sujeto, o el individuo, o el artista, es el origen del decir: de eso que quiere decir, y de cómo se dice en los distintos medios en que lo hace. Una crítica al sujeto moderno desde la filosofía, propondría que más bien lo que somos es lo que van produciendo nuestras relaciones con los otros, con eso que llamamos mundo, etc. Son relaciones tanto discursivas como extradiscursivas, -que diría Judith Butler-, nos van constituyendo, así, -en gerundio-, nunca como entidades acabadas o idénticas a sí mismas. Y que no es seguro que nuestros actos o nuestro discurso estén regidos por una conciencia individual o por una voluntad que nos hace dueños de lo que hacemos o decimos.
 Después de eso ya no se puede pensar, (como yo pensaba en la licenciatura), en una reflexión sobre la gestualidad que dependería del creador, en éste caso del artista, y cuyo sentido último estaría en las intenciones de ese que crea. La distancia que me ayudó a tomar la filosofía, es una distancia crítica que implica muchas otras cosas.

Rafael Alvarez: ¿Qué nos podrías decir acerca del cambio de metodología que experimentaste en el cambio de disciplina de las artes a la reflexión filosófica??
Erika Lindig:
No sólo se trata de un cambio metodológico, sino de un cambio de esfera de actividad. En algún sentido implicó el abandono de la praxis artística. De la misma manera, toda formación en una disciplina específica exige un tiempo de estudio y un tiempo de dedicación. No diría que sólo cambió la metodología, cambió realmente la praxis en su totalidad. Mis intereses se acercaban más a la reflexión filosófica finalmente. Eso no quiere decir que no trabaje en el ámbito de la estética, y que no me interese problematizar lo que sucede en la práctica artística, pero si trabajo más desde el punto de vista de la reflexión que de la producción.

Rafael Alvarez: ¿Tuviste producción artística en la plástica?
Erika Lindig: Si tuve varias producciones colectivas en pintura, fotografía e instalación.  Tiré una buena parte de mi trabajo.

Rafael Alvarez: ¿Extrañas la práctica de las artes visuales?
¡Si, cómo no!, pero tuve que ajustarme a los tiempos que exigía el estudio y después la enseñanza y la investigación en filosofía.

Rafael Alvarez: ¿Qué visión tenías de la filosofía antes de comenzar la maestría?
Erika Lindig: La visión que te da la educación media en general. Elegí para el último año de preparatoria el área 5, ahí me tocó cursar historia de las doctrinas filosóficas, y tuve una buena maestra. Usamos como libro de texto la Introducción a la historia de la filosofía de Ramón Xirau, sigo pensando que es un muy buen texto; y además leíamos textos de otros autores en esta clase, de esta forma tenía una visión, muy básica, de la historia de la filosofía. Por otro lado había ciertos textos de estética y teoría del arte que trabajé en la carrera de Artes Visuales; y otros textos filosóficos que había leído por interés personal o por casualidad. Sabía entonces que la filosofía no es una, que son distintas filosofías, y que la llamada tradición filosófica es problemática. Por otra parte tenía amigos que estudiaban filosofía o letras hispánicas,  y me ayudaron a seleccionar materias y tendencias. Teníamos discusiones colectivas teóricas.

Rafael Alvarez: ¿Cómo relacionas la gestualidad que comenzaste a trabajar en la licenciatura, con el pensamiento de Wilhelm von Humboldt?
Erika Lindig: Es difícil ponerlos a ambos en relación. Escogí a Humboldt como autor para trabajar en la maestría, porqué el aporta a la filosofía del lenguaje, entre otras cosas, una crítica a un esquema tradicional de la comunicación, cuyo paradigma se puede encontrar en el pensamiento aristotélico, y que supone que el lenguaje  es un mero instrumento o medio de comunicación de ideas o pensamientos que le preceden epistemológicamente. Humboldt, por su parte, sostuvo la tesis que dice que el pensamiento se constituye lingüísticamente, y por lo tanto, también el sujeto y el mundo en que este habita. Otros pensadores importantes desde el punto de vista de la reflexión crítica sobre el lenguaje son Nietzsche y algunos de sus herederos,  como Foucault,  Deleuze y Butler, quienes  proponen que nos constituimos en el medio de las prácticas discursivas, sociales, y también en el medio de las relaciones que se dan entre los cuerpos, relaciones que son igualmente sociales. Lo que somos a nivel corporal, tendemos a pensar que tiene como límite a la piel de cada cuerpo, sin embargo, Butler por ejemplo, nos invita a poner este presupuesto en cuestión y a decir que nuestros cuerpos, se hacen, se constituyen, en sus relaciones, o entre ellas. Quisiera entonces hoy pensar al cuerpo, como eso que se va haciendo en dichas relaciones sociales, que está atravesado por prácticas discursivas y no discursivas, y también por todo tipo de intereses sociales y políticos. El cuerpo y sus acciones dependen entonces del ámbito de lo social, y mi preocupación por pensarlo desde este punto de vista, y que comparto con un grupo de investigación interdisciplinario con el cual trabajo hace años, es que en dicho ámbito se producen y reproducen relaciones jerárquicas y en muchos sentidos excluyentes.  Estas relaciones son entonces las que van haciendo nuestros cuerpos y determinando nuestras acciones: sus tiempos y sus espacios. La diferencia de género sería un ejemplo de lo que esas relaciones jerarquizadas  y excluyentes producen.
Pensar el cuerpo desde su gestualidad tal como lo hice en la licenciatura restringía mis posibilidades de reflexión a la lectura de ciertos códigos. Hay códigos gestuales en distintas áreas del saber en la historia de occidente. La danza ha proporcionado algunos, una cierta antropología otros, la psicología otros más… Y reducía también la reflexión sobre el cuerpo a un “decir”. Y si bien hoy creo que en efecto hay producción de significados en el nivel del cuerpo y sus relaciones, creo que la reflexión no debe reducirse a problemas de significación e interpretación. El ámbito del cuerpo es también el de la experiencia sensible, y en este ámbito hay también posibilidades interesantes para la reflexión.

Rafael Alvarez: En cuánto a tu formación como estudiante y docente de la facultad de filosofía ¿qué impresiones o experiencias nos puedes aportar para la nueva generación que ingresa a la facultad?
Erika Lindig: Esa es una pregunta difícil, cuesta trabajo hablar a nivel anecdótico, pero una cuestión que me preocupa en estos días tanto en el ámbito académico, como en el de  la vida diaria en la facultad, es la del ámbito del rumor que, como sabemos, tiene sus propias leyes y responde a distintos intereses y pasiones. Por  varias páginas de internet, por chismes de pasillo y por la evaluación que se hace de los compañeros y maestros, les diría que se previnieran de ese ámbito. Recuerdo cuando yo estaba escogiendo las materias de la licenciatura, les preguntaba a mis amigos qué clases eran buenas y cuáles me recomendaban, y respecto a una de ellas uno de mis amigos me dijo que era buenísima y que me la recomendaba, mientras que otro amigo me dijo que no iba a aprender nada.
Entré a esa clase y fue una de las clases más formativas que he tomado, y marcó el desarrollo de mi investigación de una manera muy importante. Esa es una experiencia que creo que habría que tomar en cuenta.

Rafael Alvarez: ¿Cómo docente que experiencia nos puedes narrar?,  ¿Cómo se dio tu formación?
Erika Lindig: Empecé como mucha gente, como ayudante de profesor de Ana María Martínez de la Escalera, que después fue mi tutora de la maestría y del doctorado. La práctica docente ha tenido sus dificultades.  Una de ellas tuvo que ver con la poca distancia que había de edad y de formación, inicialmente, entre mis alumnos y yo.   Cuando comencé a dar clases como ayudante, y después cuando tuve mis primeras materias, me cuestionaba sobre el derecho que tenía de estar en ese lugar, en un puesto de autoridad. Otra dificultad se refiere a la estructura de nuestras instituciones educativas en general.  Creo que el saber se produce colectivamente, en el debate, y ésta es una práctica que difícilmente se puede llevar a cabo cuando los grupos son tan grandes y cuando todavía se sigue pensando en la docencia como transmisión, ¿en qué medida se puede hacer una clase realmente participativa, si se cuenta con dos horas o una hora, (como en el caso del sistema abierto), y el grupo es de más de sesenta personas? Claro que también he impartido materias en grupos más reducidos, y las he conducido como seminarios de discusión.
Estas han sido para mí las más interesantes. Por otra parte, el proceso de formación en la docencia es también muy enriquecedor, yo creo que se aprende más dando clase, preparándola, discutiendo, pensando en  las preguntas que hacen los estudiantes, y en sus aportaciones, que en la investigación solitaria.

Rafael Alvarez: En cuanto a la filosofía del lenguaje que es tu campo de estudio, ¿en  qué forma ha afectado tu formación, tu forma de ver el mundo?
Erika Lindig: Su carácter crítico es el que me ha ayudado a poner en cuestión ambas cosas. En cuanto a la crítica me gusta a mí entenderla a la manera de Foucault como la posibilidad de pensar de otra manera, suponiendo que el pensamiento está marcado por el  tipo de relaciones de poder y de exclusión de las cuales hablábamos.  Para pensar de otra manera es necesario el cuestionamiento. Mi postura teórica y política trata de  someter a discusión los supuestos de la reflexión y de la práctica social, para intentar pensar  en otras maneras de relacionarnos con nosotros mismos, con los otros, con el mundo, que sean menos injustas. Y la discusión, creo, tiene que ser colectiva.

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